AUMENTO
Crecen las ganas
republicanas.
La monarquía,
más cada día,
se hace pesada,
tiene enfadada a
más y más gente,
que ve el presente
distanciamiento
como el momento
de la ruptura
con sinecuras
que han estorbado,
ralentizado,
nuestro progreso
hacia un futuro
nada seguro,
puro embeleso.
7 de abril de 2018
— Ahora que levanten la mano las personas valientes que crean haberlo entendido.
[dos levantan la mano]
— Muy bien. ¿El poema es todo verdad, todo mentira, o mitad y mitad?
— Pues... todo verdad.
— ¿Ah, sí? ¿Y por qué al final habla de progreso hacia un futuro incierto? Se progresa si se va hacia una mayor seguridad ¿no?
— No siempre...
— Pues vaya progreso entonces. Y lo de que crece el fervor republicano es demostrablemente mentira: si la confianza de los españoles (datos del CIS) en 2013 en la monarquía era de 3,68 sobre 10, en 2014 subió a 3,72, en 2015, a 4,34 y en 2017 alcanzó 6, la institución más valorada después del Ejército. Esto es un ejemplo de cómo confundimos nuestros deseos con la realidad. Después ¿es la monarquía la que ha estorbado la ruta de España hacia el auténtico progreso?
— Sí, claro.
— Pues tampoco. Lo que realmente ha estorbado nuestro progreso es la falta de valor cívico y la escasa sindéresis, es decir, la capacidad de decidir correctamente, entre varias posibilidades, cuál es la más conveniente. El poema, adrede, ejemplifica estos dos defectos nuestros: pocos se han atrevido a decir que lo entendían, y se han equivocado en las posibles interpretaciones. Cambiar de régimen no arreglaría nada; lo que tenemos que hacer es cambiar de mentalidad.
De esta sesión me gustaron:
- el tercero de Esteve Bosch;
- el verso de Álvaro Bueno «No hay luz más blanca que los dientes de un niño»;
- y Trabajo duro de Lin Dodge leído por Pablo Mazo.
ResponderEliminarLa hipotética república que nos propone el proceso soberanista se fundamenta en falsas expectativas de trabajo para todos, mejor atención sanitaria y mayor nivel económico en un país sin corrupción política. No me cuadra si se tienen en cuenta los antecedentes de los promotores de la aventura secesionista que, por cierto, no nos acaban de explicar cómo se puede lograr tanta excelencia partiendo de la deslealtad constitucional, sin el imprescindible consenso ciudadano y rompiendo los compromisos con los acuerdos de la gran comunidad internacional.