-Buenas noches y muchas gracias por venir. En recuerdo de una persona que nos ha dejado recientemente, voy a leer dos elegías y otro de sonoridad parecida, pero de tema totalmente diferente. El primero lo escribí cuando murió Nelson Mandela, y comienza con el clásico enigma:
ÁRBOL
Cuando un árbol cae en el bosque y nadie lo oye
¿hace ruido?
Cuando cae el árbol más viejo del bosque,
el más sabio,
el más magnánimo,
aquel bajo cuyas ramas
se han cobijado
generaciones de ardillas,
aquel que ha dado sombra y paz
a todos los animales de la floresta,
incluso a los más animales,
no hace ruido.
Todo lo contrario.
Se convierte en un pozo de silencio
que va absorbiendo todos los sonidos.
Cesa la música,
se apaga el jolgorio,
callan las conversaciones
y todas las miradas se vuelven hacia él.
Solo el eco de la congoja
resuena en unos corazones
súbitamente vaciados.
6 de diciembre de 2013
El segundo se me ocurrió antes de emprender un viaje a Marruecos:
DESPEDIDA
Bajo las escaleras con pasos fatigados.
Las desnudas paredes devuelven ecos fríos.
Hoy dejo para siempre ésta que fue mi casa.
Mis mejores recuerdos quedan aquí encerrados.
Un cielo color plomo amortigua el sonido,
viste toda la luz con velos de tristeza,
amenaza con lluvia, incluso con nevada,
tan intenso se escapa de los ecos el frío.
Es como si millares de brazos me agarraran
desde un sótano sólido, que en realidad no existe,
como si cien tentáculos las piernas me aferraran
haciendo cada paso más difícil que el previo.
Noto cómo el esfuerzo va aplastándome el pecho,
noto cómo la lucha lo convierte en pedazos
y los oigo estrellarse, frágiles, contra el suelo
con voces que se apagan en medio de ecos fríos.
4 de diciembre de 2006
Y el tercero tiene una sonoridad análoga, pero un tema totalmente distinto.
ADIVINANZA
Una retahíla
de ideas en fila
que lenta destila
corrosiva hiel.
Una masa informe,
abstrusa y deforme,
con un peso enorme,
frágil cual papel.
Una fría hoguera,
floja y pasajera,
de egos en salmuera
sin ningún contacto.
Una muchedumbre
hecha pesadumbre,
falta de costumbre
de llegar a un pacto.
Que lucha impotente
por un presidente,
sin conseguir nada,
y queda agotada.
¿El nombre de eso?
Se llama Congreso.
30 de abril de 2016
De esta sesión me gustaron especialmente las obras del poeta invitado, Juanlu Mora. También la presentación de Pepe Ramos a José Luis Álvarez Gallego: "Se dedicó mucho tiempo a la cría del diplodocus hasta que Spielberg le exigió derechos de autor. Entonces se pasó a la cría del colesterol con tanto entusiasmo que acabó haciendo de 'antes' en los anuncios de Danacol". Asimismo, el soneto que recitó en último lugar.
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