OLMO
Al olmo despreciado y mutilado
que en mi jardín se alzaba majestuoso,
que tan salvajemente han recortado
hasta dejarlo en un tocón penoso,
por fin la primavera ha visitado,
por fin unas hojillas han brotado
de la madera muerta y desgarrada,
de la vegetal carne así ultrajada.
Se envidiaba su porte formidable.
Celosos de la luz que recogía
su espléndido follaje inabarcable,
reuniéronse los vecinos un día,
y sin mi voto ni mi conocimiento,
pues tamaño atentado no consiento,
acordaron venganza miserable:
arrancados le fueron sus tres brazos,
de su tronco, las ramas principales.
A sus pies, arrojadas en pedazos,
prestas a ser cargadas en costales.
Un mísero muñón quedó desnudo,
expuesto del invierno a las tormentas,
sin nada que le sirviera de escudo
contra la podredumbre y las afrentas
de los hongos, gusanos y termitas,
que festín esperaban darse opíparo,
como avispas golosas sobre un níspero,
con la víctima de odios cainitas.
Semanas esperé que retoñara,
que siguiera el ejemplo de sus pares,
desde hace muchos días solfataras
del verde azufre de hojas a millares.
Pero cada mañana, un desengaño,
un triste cementerio sin cipreses,
me hacía temer que era mortal el daño,
que no lo arreglarían ni mil meses.
¡Cuánto me equivocaba! ¡Ha resurgido
la vida brutalmente combatida!
Y al ver su fuerza, proclamo convencido:
"¡Volverá su grandeza destruida!"
17 de abril de 2014
El segundo lo he escrito esta tarde. Traía otro, para el caso de que hubiera más gente, porque el Madrid hubiera arrasado más rápidamente todavía.
PARTIDO
Algún día la poesía ganará al fútbol.
Pondremos a todo vapor la máquina de clonar.
Sacaremos de defensas a Bécquer, Neruda, Rubén y Alberti.
En el medio campo, Benedetti, Lorca, Juanrra y Hernández,
y de delanteros, los hermanos Machado.
Defenderá la portería Unamuno.
Ya pueden oponérsernos Pelé, Di Stefano,
Cruyff, Kempes, Butragueño, Messi,
Maradona, Cristiano, Torres y Ronaldo,
con Iker bajo los palos.
Nuestro equipo tejerá
las mejores florituras sobre el césped.
Pondrá el cuero en el lugar exacto
y rematará impecablemente.
Los siglos recordarán las hazañas de nuestros campeones
mucho tiempo después de que lo registrado esta noche
se haya disuelto hasta el último bit
en el oscuro pantano del olvido.
Mientras tanto ¡paciencia!
29 de abril de 2014
Y por último [se pone al cuello una bufanda]: Karim nos leyó la semana pasada uno sobre una chaqueta que una tarde se dejó olvidada en el parque y que jamás volvió a ver. Yo le conté que acababa de perder una bufanda, pero la historia no acabó ahí. Este poema sí la acaba.
CONSIDERACIÓN
La semana pasada,
al pedir permiso a los guardianes magnéticos,
reparé en que había olvidado
mi cartera en otra chaqueta.
Ya llegaba tarde a la sesión,
así que regresé corriendo por ella.
Me acaloré,
y embutí mi bufanda
en mi inseparable bolsa roja.
Cuando en Bilbao salí del vagón, no estaba.
No podía desandar entonces mis pasos,
de modo que escuché los poemas
con una nube sobre el corazón.
Recordaba que no fue fácil conseguirla:
me llamó desde el escaparate.
Cuando se la pedí al dependiente,
quizá daltónico,
me trajo otra,
y repitió su error tres veces.
Al final se la arrancó al maniquí.
Rememoraba mi mente esa escena
cuando, cerca de la medianoche,
yo recorría los andenes de Bilbao,
y poco después los de Estrecho.
No aparecía.
Resignado, enfilé la calle donde vivo
¡y allí estaba, anudada a una valla!
Una persona maravillosa
no sólo había tenido
la consideración de no quedársela,
sino que además la había alzado
de la suciedad del suelo
y colocado expresamente
en un lugar muy visible
para que su propietario pudiera encontrarla.
Mi profundo agradecimiento.
Al día siguiente,
en Alonso Martínez,
tuve la oportunidad y la fortuna
de corresponder:
recogí del asfalto
un suave pañuelo de seda negra
con motas plateadas,
que alguien acababa de perder,
y lo anudé a la valla más cercana.
¡Ojalá todos tengáis mi suerte
u os convirtáis en la de otros!
29 de abril de 2014
En mi blog, Discursos a los Diablos, tenéis fotos del árbol y de las prendas.
Los poemas que más me gustaron de esta sesión fueron los de Miriam.