Buenas tardes y muchas gracias por venir. Dejo para el sorteo uno de mis poemas secretos. Impreso, pero firmado de mi puño y letra. Ceñido con una cinta del color de las tenazas. Y para corporeizar el primer poema, este anillo de lapislázuli. Iba dentro de un joyero lleno que me regaló la semana pasada una chica guapísima al saber que iba a darle este destino. Su súbita aparición me recordó a otra que me ocurrió en la costa de Croacia.
SIRENA
Caminas ante mí.
La brisa hace trepar tu vestido largo
por tus interminables piernas.
Mis ojos siguen tus pies descalzos
manchados por el polvo del cemento.
¿Por qué esa suciedad
en una joven tan bella,
se pregunta mi incesante
buscador de armonías?
Llegas a tu casa y entras.
Me siento en el muro
del jardín de la siguiente,
frente al puerto de Zlarin,
para intentar terminar un poema.
De repente, sales de tu casa
y pasas frente a mí.
Ahora llevas un bikini verde agua
del mismo color de tus ojos,
estoy seguro.
Caminas por el muelle
con un contoneo que debería estar prohibido
por la convención contra la tortura.
Tuerces por el espigón
que se adentra en el mar,
y allí permaneces largos minutos,
dándome la espalda
(¡y qué espalda, cielos!),
como esperando que te fotografíe.
Apenas lo hago
te lanzas al agua.
Nadas fatal.
Salta a la vista
que echas de menos tu cola de pez.
Vienes hacia mí.
¿Vas a arrastrarme a las profundidades?
¿Vas a gritarme maldiciones
en una lengua incomprensible?
No: subiendo unos escalones
ocultos a mi vista,
emerges de las olas
y apareces en todo tu húmedo esplendor
justo frente a mí.
Rehaces el camino del espigón,
donde hay una manguera para lavar los barcos,
y, a la luz del sol poniente,
riegas tu cuerpo dorado.
Las gotas que irradias
se funden en una corona resplandeciente
con tus rizados cabellos
del color del heno seco.
Intento inmortalizar también esta imagen,
pero eres demasiado rápida,
o estás demasiado atenta.
No importa:
en cuanto te desvaneces
(¿has sido un sueño?)
empiezo a derramar en versos
este magnífico regalo de Neptuno.
28 de agosto de 2014
Una de las fotos (porque todo fue real) estará en mi blog, Discursos a los diablos, a partir de las once de la noche de hoy.
En las tiendas Dia esto me pasa a menudo.
ANAQUEL
Lo del yogur natural
es todo menos normal.
¿Cómo un producto tan básico
es de la carencia un clásico?
¿Quién demonios se los lleva
y los esconde en qué cueva?
¿Qué rayos está pasando?
¿Quién se está beneficiando?
¿Es pura improvisación
o hay una maquinación
para desabastecer
a quien sano ha de comer?
Pienso todas estas cosas,
desordenadas y ociosas,
mientras mi cesta vacía
no tiene lo que quería.
20 de marzo de 2021
Y por último, una precrónica: la escribí en 2015, pero se ajusta muy bien
a una dimisión sonada
de la semana pasada.
TRAVESÍA
El barco de Pedro el guapo
se deshace a todo trapo.
Se quiebran los masteletes.
Se sublevan los grumetes.
El primer contramaestre
se ha hecho de una peña ecuestre
y los pocos marineros
que permanecían fieles
contemplan en los papeles
a dirigentes en cueros.
Porque cuando se zozobra
y no se echa ningún lastre,
se garantiza el desastre,
como el cemento en la obra.
De nada sirve cortar
por lo sano los motines:
se han extraviado los fines,
no hay adónde navegar.
Solo resta naufragar
en el desierto distante,
alejados del votante
mientras llora el militante
por el glorioso pasado.
En este espanto ha quedado
quien España gobernó
porque jamás aprendió
a saberse gobernar.
18 de febrero de 2015
De este micro abierto me gustaron especialmente la canción de Irala sobre la cerveza y el poema Me gritaron negra, de Victoria Santa Cruz, leído por Lilí Manzanas
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