Buenas tardes y muchas gracias por venir. Dejo para el sorteo uno de mis poemas secretos, y un abanico de ReMAD, el servicio de economía circular y regalos del Ayuntamiento de Madrid. Para que os hagáis una idea, este jueves recogeré regalos que nuevos costarían más de quinientos euros.
—Hoy vengo del rojo color de la venganza, por una camiseta que encargué, pagué, y luego dieron a otra persona. Andrés, ¿la han vuelto a imprimir?
—Lo siento, Daniel: esta semana la persona que las hace no ha venido.
—Con más razón entonces.
ATUENDO
¿Pero qué hace un poeta
llevando camiseta
de algo tan incongruente
como Mazinger Z?
¿Qué tiene la poesía
que ver con la osadía,
las batallas a muerte
y la tecnología?
Es el titán moderno,
cual Prometeo eterno,
que a todos nos protege
del caos y el infierno.
Por esto que ahora os digo
lleva su archienemigo
el nombre de ese miedo.
¡Vosotros sois testigos!
Y este ciberportento,
del humano talento
en su testa metido
tan solo es instrumento.
Mil nuevos campeones
ganarán corazones
en el siglo XXI,
mas tan grandes, ninguno.
8 de junio de 2013
Siguiendo con el tema de la revancha, este lo escribí cuando cerraron Los diablos azules, donde yo empecé con esto de las lecturas poéticas.
VENGANZA I
A aquellos que el azar ha reunido felices
no les será otorgado tiempo de echar raíces.
Los dispersará el viento en todas direcciones.
Se perderán por siempre sus poemas y canciones.
Amistosos abrazos no volverán a darse.
Las bocas separadas anhelarán besarse.
El polvo y el vacío invadirán su sede,
pero al final de todo, cuando ya nada quede,
cuando callen las trompas, acabada la liza,
cuando se lleve el aire nuestra última ceniza,
tomaremos cumplida venganza del olvido:
¡habremos existido!
3 de febrero de 2016
Y para agotar por hoy ya esta materia, una crónica de hechos reales.
VENGANZA II
Una vez una amiga defenestró un móvil.
Lo había dejado sobre el mantel
y, al sacudir las migas
por la ventana,
lo precipitó desde un sexto
Increíblemente, sobrevivió.
Pero quedó tan maltrecho
que mi amiga, en vez de repararlo,
prefirió comprarse otro.
La venganza fue terrible:
desde entonces la acosan
toda suerte de averías.
Las pantallas táctiles se le ponen rígidas
y dejan de funcionar.
La cámara se le desconfigura.
Las fotos le salen borrosas.
Las tarjetas SIM
se le atascan en sus soportes:
ni con pinzas se pueden sacar.
Se le fulmina el saldo
en escasos segundos.
Y hasta el cable de los auriculares
se le engancha a propósito
en manos largas
para desaparecer junto con el terminal.
Da igual que cambie de modelo,
de marca,
y hasta de sistema operativo:
la pesadilla continúa sin fin.
Porque todos están conectados:
en todos bulle el alma
de su malogrado compañero.
Así que ya sabéis:
por vuestro propio bien,
cuidadlos.
25 de agosto de 2017
De este micro abierto me gustó especialmente la canción Palabras.